martes, 13 de enero de 2009

Tenemos derecho a rebelarnos

Para el filósofo indio Krishnamurti “los problemas mundanos sólo se resolverían mediante la completa transformación interna del ser humano, porque la crisis contemporánea es una crisis de conciencia, una crisis que ya no puede continuar aceptando las viejas normas, los viejos patrones, las antiguas tradiciones… y, considerando lo que el mundo es ahora, con toda la miseria, conflictos, brutalidad destructiva, agresión y demás, el hombre es aún como era antes, aún es brutal, violento, agresivo, posesivo, competitivo…y ha construido una sociedad alrededor de esto”. En sus numerosas charlas hablaba de la importancia de traer a la mente humana la revolución radical, entregándonos completamente a cada uno de los asuntos que necesitáramos averiguar y no aceptando las cosas como son, sino entendiéndolas, digiriéndolas, examinándolas. Perseguía una manera diferente de vivir. Y concluía: “Pero eso depende de ti y de nadie más, porque en esto no hay maestro, ni alumno, ni líder, ni gurú, ni amo ni sirviente. Tú eres el maestro, el alumno, el amo, el gurú y el líder…¡¡ERES TODO!! … y, entender es transformar lo que es”.

Al hilo de lo que proclamaba Krishnamurti, el científico y divulgador Carl Sagan sentenciaba en su serie Cosmos: “Los viejos intereses, desde el chauvinismo racial, sexual, y religioso, hasta el fervor nacionalista rabioso están dejando de funcionar. Una nueva conciencia se está desarrollando y ve la tierra como un único organismo; y reconoce que un organismo en guerra consigo mismo está condenado”. Esta visión holística de la vida, en la que todos los elementos y seres vivos estamos interrelacionados y nos necesitamos mutuamente, se ha ido perdiendo por el camino. Nuestra verdadera naturaleza divina, de la que nos han separado al nacer y de la que cada vez sabemos menos, es nuestra habilidad de crear, nuestra capacidad de conectar con todo lo que existe, nuestro potencial de hacer el bien. La auténtica realización, el camino para lograr una vida más espiritual. Buda enseñó que la naturaleza de la mente y de todos los fenómenos es el vacío, el ilimitado potencial de aparecer, cambiar o desaparecer, la base que todo lo hace posible, el sentido de apertura que se siente cuando se deja descansar la mente. Básicamente, si la vacuidad es la interdependencia de todo, las cosas carecen de existencia independiente, por lo que están vacías

Un maestro tibetano precisó toda su filosofía vital en unas pocas palabras: “Reconoce siempre la característica onírica de la vida y reduce el apego y la aversión. Practica la benevolencia hacia todos los seres. Sé amoroso y compasivo, te hagan lo que te hagan los demás. Lo que puedan hacerte no te importará tanto cuando lo veas como un sueño. El truco está en tener una intención positiva durante el sueño. Esto es lo esencial. Esto es la verdadera espiritualidad”.


Tenemos derecho a rebelarnos y a cambiar este mundo. Ésta fue una de las consignas lanzadas al aire por los estudiantes franceses en mayo de 1968. Cuatro décadas después este mensaje continúa extendiéndose como la pólvora, estallando como una bomba en la conciencia y creando una formidable onda expansiva. Tenemos el derecho a rebelarnos y el poder de cambiar este mundo. De cambiar de rumbo.

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