miércoles, 7 de enero de 2009

África y nosotros

Los medios de comunicación españoles dedican en la actualidad mayor espacio al vecino continente pero aún la imagen que se da es mínima y muy centrada en la inmigración ilegal; tenemos una visión incompleta de África.

Durante el 2006, año en el que registramos el fenómeno y las reacciones provocadas para realizar nuestro documental Clandestinos: fronteras en el mar, llegaron a Canarias más de 30.000 inmigrantes subsaharianos y murieron más de 5.000. “El éxodo ha sido tan grande que quedan pocas familias enteras”, manifestó la directora de Cayucos, María Miró.

Un titular reciente:

- Una ola xenófoba recorre Italia. Iglesia, oposición y ONG denuncian que el país vive en un clima “irrespirable” por el aumento de ataques a extranjeros.

Vivimos atrapados en el miedo y son las sociedades más seguras las más atemorizadas.Para el psicoanalista y filósofo James Hillman, “los temores de la gente provienen del entorno, de la economía, del racismo, de la arquitectura, de los sistemas de enseñanza, del capitalismo, de la explotación, de la precariedad”. Un estudio actual de la Fundación Censis indica que Roma es la capital mundial del miedo, y según su director “la razón del temor romano es la nula adaptaciónde la ciudad al cambio generado por la inmigración. Si ciudades como Pekín o Bombay presentan altos niveles de satisfacción, es entre otras cosas por la interpretación positiva de los flujos migratorios”. Los inmigrantes son vistos como enemigo interior y como una amenaza continua, y de eso tienen mucha culpa los medios de comunicación.

El informador debe asumir una gran responsabilidad social en la comunicación de las noticias sobre inmigración, ya que todo, el lenguaje utilizado, la presentación de la noticia y los detalles que incluya u omita, pueden condicionar la percepción que el ciudadano tenga sobre el fenómeno migratorio. Las recomendaciones a los periodistas, grosso modo, son: no exagerar, contextualizar, no realizar afirmaciones gratuitas - relacionar inmigración con delincuencia o inseguridad ciudadana-, contrastar las fuentes y contribuir a dignificar la imagen del inmigrante y a resaltar la parte positiva de la inmigración. La verdad es que no han sido muy diligentes en este aspecto, se ha pecado de falta de sentido común, no se ha respetado la dignidad de la persona y se ha perseguido, en muchas ocasiones, el morbo gratuito.

La información no debe ser sesgada, no debe nutrirse exclusivamente de fuentes institucionales, ni hacerse desde un despacho: hay que vivirlo para contarlo.

No olvidemos que los medios de comunicación son grandes empresas con ánimo de lucro, y es lógico que intenten perpetuar el status quo de la sociedad, el orden dominante, a través del tratamiento informativo de ciertos asuntos. Ya saben: el que paga la orquesta decide qué música tocar.

Hace unos días aparecía en prensa una ilustración del Roto en el que se veía a un hombre con los brazos cruzados que decía: “He decidido rebelarme contra las injusticias, ¡Para mis adentros, naturalmente!”. Mi propuesta es que no seamos indiferentes ante nada, que combatamos las injusticias actuando, siendo más humanos, despertando nuestra conciencia colectiva. La compasión es el modo en que nuestra imaginación se implica en hacer el bien a los demás. Para el antropólogo Levy-Strauss, “un humanismo bien ordenado no comienza en uno mismo, sino que ubica el mundo antes que la vida, la vida antes que el hombre y el respeto a los otros antes que el amor propio”.

Todos los principios morales, todos, se pueden resumir en una simple regla: no hacer a los demás lo que no queremos que los demás nos hagan a nosotros.

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