jueves, 8 de enero de 2009

La práctica Dzogchen de cada día (Dilgo Khyentse Rinpoche)

La práctica diaria de dzogchen sirve para desarrollar simplemente una aceptación sin reservas, una apertura sin límites hacia todas las situaciones.

Deberíamos entender la apertura como un amplio espacio para nuestras emociones, y deberíamos relacionarnos con las personas sin artificialidad, manipulación o estrategia.

Deberíamos experimentar todo de un modo completo, sin retraernos en nosotros mismos –tal como una marmota se esconde en su agujero-. Esta práctica libera una tremenda energía que habitualmente es constreñida por el proceso de mantener puntos de referencia fijos. La ‘referencialidad’ es el proceso en virtud del cual nos retiramos de la experiencia directa de la vida diaria.

Estar presente en el ahora puede generar temores inicialmente. Mas dando la bienvenida a la sensación de temor con total apertura, rompemos las barreras creadas por los patrones emocionales habituales.

Cuando nos comprometemos en la práctica del descubrimiento del espacio, deberíamos desarrollar el sentimiento de apertura de nosotros mismos de modo completo hacia todo el universo. Deberíamos abrirnos con absoluta simplicidad y desnudez mental. Esta es la práctica ordinaria y poderosa de retirar la máscara de la autoprotección (la coraza).

No deberíamos hacer en nuestra meditación una división entre percepción y campo de percepción. No deberíamos llegar a ser como un gato que acecha al ratón. Deberíamos entender que el propósito de la meditación no es “ir profundamente en nosotros mismos” o retirarse del mundo. La práctica debería ser libre y no conceptual, libre de introspección y concentración.

Un vasto y sin origen autoiluminado espacio de sabiduría es la base del ser – el principio y el fin de la confusión-. La presencia de la conciencia en el estado primordial no muestra tendencia alguna hacia la iluminación o no iluminación. La base del ser conocida como mente pura u original es la fuente de la cual surgen todos los fenómenos. Es conocida como la gran madre, como la matriz de potencialidad en el que todos los seres surgen y se disuelven en una autoperfeccionada y absoluta espontaneidad natural.

Todos los aspectos del fenómeno son claros y lúcidos. El universo entero está abierto y sin obstrucciones –todo se está interpenetrando mutuamente-.

No hay nada que lograr o alcanzar viendo todas las cosas desnudas, limpias y libres de obstrucciones. La naturaleza del fenómeno aparece de modo natural y es presentada de forma natural en la conciencia trascendente en el tiempo. Todo es naturalmente perfecto justo en la forma en que es. Todo fenómeno aparece en su unicidad como parte de un modelo continuamente cambiante. Estos modelos están vibrando de contenido y significado en cada momento; aunque no hay una necesidad de atraer tales significados más allá del momento en el que se presentan a sí mismos.

Esta es la danza de los cinco elementos la que la importancia es el símbolo de la energía y la energía un símbolo del vacío. Nosotros somos un símbolo de nuestra propia iluminación. Sin esfuerzo o práctica cualquiera, la liberación o la iluminación ya están aquí

La práctica diaria de dzogchen es como la vida diaria misma. Dado que el estado no desarrollado no existe, no hay necesidad alguna para comportarse de un modo especial o intentar lograr por encima o más allá de lo que actualmente eres. No debería haber sentimientos de esfuerzos por alcanzar alguna “meta asombrosa” o un “estado avanzado”.

Esforzarse para tal estado es una neurosis que únicamente nos condiciona y sirve para obstaculizar el libre fluirde la Mente. Deberíamos asímismo evitar pensar en nosotros como personas sin valor -somos por naturaleza libres e incondicionados-. Nosotros estamos intrínsecamente iluminados y no carecemos de nada.

Cuando nos involucramos en la práctica meditativa, deberíamos sentirlo como algo tan natural como comer, respirar o defecar. No debería convertirse en un evento especializado o formal, hinchado de seriedad y solemnidad. Deberíamos entender que la meditación trasciende esfuerzos, prácticas, objetivos, metas y la dualidad de liberación y no-liberación. La meditación es siempre ideal; no hay necesidad de corregir nada. Dado que todo lo que surge es simplemente el juego de la mente como tal, no hay meditación insatisfactoria ni necesidad de juzgar los pensamientos como buenos o malos.

Por esa razón deberíamos simplemente estar sentados. Simplemente quédate en tu propio sitio, en tu propio estado sea cual sea. No tenemos que pensar “estoy meditando” cuando olvidamos nuestros sentimientos autoconscientes. Nuestra práctica debería ser sin esfuerzo, sin tensión, sin intentos de controlar o de forzar, y sin intentar llegar a estar “tranquilo”.

Si nos damos cuenta que nos estamos alterando por una de estas vías, pararemos inmediatamente la meditación y sencillamente descanaremos o relajaremos un rato. Después volvemos a reanudar la meditación. Si tenemos “experiencias interesantes” tanto durante como después de la meditación, deberíamos evitar darle mayor importancia a ello. Dedicar tiempo pensando sobre experiencias es simplemente una distracción y un intento de no ser natural. Estas experiencias son señales de práctica y debieran ser consideradas como acontecimientos transitorios. No deberíamos intentar volver a experimentarlas, porque haciéndolo sólo sirve para distorsionar la natural espontaneidad de la mente.

Todos los acontecimientos son completamente frescos, absolutamente únicos y enteramente libres de todos los conceptos del pasado, presente y futuro; pues son experimentados en la atemporalidad.

La continua corriente de nuevos descubrimientos, revelaciones e inspiraciones que surgen a cada momento son una manifestación de nuestra claridad. Deberíamos aprender a ver la vida diaria como un mandala –las franjas luminosas de nuestra experiencia que irradian espontáneamente desde la naturaleza vacía de nuestro ser-. Los aspectos del mandala son los objetos cotidianos de nuestra experiencia vital que se mueven en una danza o son un juego dentro del universo. A través de este simbolismo revela el maestro interior el significado profundo y último del ser. De ahí que debiéramos ser naturales y espontáneos, asimilando y aprendiendo de todo. Esto nos permite ver el lado irónico y divertido de los acontecimientos que habitualmente nos irritan.


En la meditación podemos ver através de la ilusión del pasado, presente y futuro –nuestra experiencia se convierte en continuidad del ahora-. El pasado es sólo una memoria no fiable retenida en el presente. El futuro es sólo una proyección de nuestras propias concepciones. El presente mismo se desvanece tan pronto intentamos asirlo. De ahí que ¿por qué preocuparse con intentos por establecer una ilusión de firme fundamento?

Deberíamos liberarnos de nuestras pasadas memorias y de preconcepciones sobre la meditación. Cada momento de meditación es completamente único y lleno de potencialidad. En esos momentos seremos incapaces de juzgar nuestra meditación en términos de experiencia pasada, teoría seca o hueca retórica.

Sencillamente sumergiéndose en la meditación en el momento presente, con nuestro ser completo, libre de dudas, aburrimientos o excitaciones, eso es iluminación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario